Words with purpose, stories with meaning

Carolina Brown

Nosferatus, Caligaris, Schopenhauer

Publicado originalmente en Alba Lateinamerika lesen e.V., Nº14 2023

Hoy anduve en el S-Bahn toda la tarde con la frente pegada en la ventana. Había sol, el día estaba lindo, pero afuera no se podía estar, el viento te revolvía por dentro el cráneo. Ya estoy cansada de mirar la pared del frente desde mi cama. Mi departamento es una cueva y me sé de memoria los 545 ladrillos y sus relieves. Ahora más que nunca necesito ahorrar en calefacción.

Lo mejor es mirar el cielo avanzar en sentido contrario por encima de la ciudad, tan plana, un mar callado de cemento. No hay cordilleras, no hay rascacielos, a lo sumo un montículo discreto de escombros apilados en cuya cima plantaron una estatua o una cruz. Son sobrios los alemanes. Por eso las fotos salen aburridas, la composición es poco interesante. Te lo expliqué cuando te negabas a posar para mi cámara. Nunca querías aparecer en las fotos. Ese día te cubriste la cara con el codo, me mostraste los dientes. Después me cansé de tratar. Por eso no tenemos ninguna imagen juntos.

A mí nunca me intrigaron las máquinas ni los motores. No me quitaba el sueño vivir para siempre. Me quedo sentada sobre el estampado azul cuadrillé pensando en tu cara y afuera la tarde se va poniendo azul; no queda otra cosa que mirar el día apagarse al otro lado del vagón. Tú siempre funcionaste mejor por las noches. Liebe Fahrgäste: fíjate ahora en los dedos puntiagudos de los robles recortados contra el cielo lechoso. Deja que te chupe la creciente oscuridad.

A veces lloro un poco en los trenes. No muy seguido. Poquito. Acá nadie se da cuenta en todo caso, no es como en nuestros países. Podría ser alergia. Podría ser que he fumado demasiado. En los bares me pican los ojos y tengo que salir a pararme en la puerta. Ahí el frío también te revuelve por dentro el cráneo. Les he dicho a todos que estás muerto porque es verdad.

La semana pasada un mendigo me besó las manos en el Edeka afuera de tu casa. A veces voy por tu barrio aunque sé que nuestros horarios son muy distintos. Voy para acordarme de los adoquines mojados por la niebla, de cómo se sentía andar juntos y reírse por la calle dando vueltas a la iglesia. Debes ser el único muerto cuyas palmas están siempre calientes. A ti nunca te gustó, preferías agarrarme de los hombros, enterrarme las uñas, que no me fuera tan lejos. Eso es lo bueno de las ciudades tan grandes, uno puede seguir aquí y desaparecer. El mendigo tenía los ojos turbios aunque despiertos, la voz fina, la cabeza rasurada, tan pálida y redonda como un huevo recién hervido. Me pareció risueño y amable hasta que sus ojos reptilianos se me metieron debajo de la piel. No podía moverme. Es tut mir leid, le dije. Mein Deutsch ist nicht gut. Können Sie bitte langsam… Creí entender que quería lavarme los pies. No dejaba de apuntármelos con los dedos enormes que se le escapaban de los guantes recortados. Ich verstehe dich nicht. Sentí en el dorso de mis manos la fuerza oculta de sus dedos ásperos y luego unos labios escamosos que se abrieron para que emergiera la lengua fría que se deslizó sobre mi palma como pez del canal. Noli me tángere, grité. Se rió fuerte en alemán. La basura flota sumergida bajo las patas de los cisnes entre Admiralbrücke y Kottbüsser Damm porque la corriente de agua no fluye hacia ninguna parte. Eso me angustia. Yo también estoy suspendida entre dos orillas ¿Te acuerdas que cuando llegué a Berlín te dije que me daba miedo ser pobre y terminar durmiendo en una carpa junto al agua?

Escucho el carro balancearse sobre las vías y la ventana me devuelve mi propio reflejo al interior del vagón. Mis amigos dicen que he ganado peso, que estoy menos ojerosa. Me hablan en voz baja, sonriendo; me ponen la mano en la espalda con sumo cuidado, como si me fuese a quebrar. Son las cuatro de la tarde y afuera habita la noche cerrada. Lo único que se interpone entre nosotros es el vidrio. Ayer hice fila en un club pero no me dejaron entrar. Es que pareces feliz me dijeron, tienes las mejillas sonrosadas. Nosotros aquí solo queremos nihilistas, gente que se vista de negro y entienda a Schopenhauer. Acá queremos Nosferatus, Caligaris. Quizás yo escuché mal, mein Deutsch ist nicht so gut. Me duermo con una botella de vino entre las piernas. Sé que tú estás al otro lado, esperando a que te invite a entrar. Y mientras espero bajo la lluvia un tren cansino que me lleve de vuelta a casa pienso en que mañana por fin veré la luz del sol.